martes, 6 de mayo de 2014

Colaboración. Por Inés Robledo Aguirre. (*)

EL HIJO ÚNICO DE DIOS

La historia de cada hombre, es la historia irrepetible de su entorno, cada persona ocupa,  su lugar, su sitio y eso facilita el desarrollo  de sus aficiones,  nacidas con seguridad en el seno familiar. Así nacen generaciones de cofrades  que han hecho posible la grandiosidad de nuestra Semana Santa, que confirman su unión con la Iglesia y son sus fieles seguidores. Es allí donde se fomenta la fe, el motor de la fe influye mucho en el ámbito de las cofradías, de los cofrades: es la manifestación de un fervor popular que acompaña la espiritualidad y la búsqueda de Dios, sus pasos y su vida. En esa fe popular, a veces incomprendida por quienes viven  fuera de ella, que solo la ven como espectáculo bullanguero, sin buscar su profundidad. Entre estas opiniones sobresalen de modo espectacular las que muestran las limitaciones del hombre para  analizar  las raíces de su institución, la Iglesia.

Esta primavera,  que  comienza como cada año  con la proximidad  de la Semana Santa, se asemeja a " las cepas", que es esa parte del tronco de cualquier árbol que está dentro de la tierra y que permanece muy unida a sus raíces. A veces se le llama  “la cepa del amor”  y creo que se asemeja a las raíces profundas que fueron naciendo en el seno de cada una de las Hermandades, que con tanta dignidad salen a la calle, es “la cepa” de nuestras tradiciones, de nuestras costumbres, de muestro modo de verla y vivirla. Muchos la miran y se recrean  en el paso de sus Imágenes, otros lo viven como cristianos y cofrades siguiendo el recorrido litúrgico de la Pasión del Señor. No es lo mismo ver que vivir,  la lectura de cada frase tiene diferente sentido. Vivimos con la presencia de las Imágenes que nos van recordando  el sufrimiento de Jesús hasta llegar a la Cruz, con  el optimismo de su presencia en las calles malagueñas, estas serán un acicate  para que los que no van  a la Iglesia  se topen con los tronos, quizás siguiendo a ese hijo que le ha salido "cofrade" hasta su encierro.  Allí se producirá la emoción del recuerdo de unos padres que los llevaban también a ellos de pequeños, donde una madre les enseño a rezar.  Este es el milagro de la devoción popular.

 En mi entorno escuché una frase que quiero testimoniar: "el que crea que  rece, el que no crea al menos que medite."  Son  los días de la Semana Santa  los que a través de las retransmisiones de los medios de difusión,  radio, prensa y televisión, nos ayudan a recordar y a vivir con un mayor recogimiento esta solemnidad. La Iglesia a los cristianos nos ayuda a vivir con religiosidad  en estos días, con el  seguimiento de la lectura del Evangelio, en la  liturgia diaria de la Santa Misa, los Oficios, el  Vía-Crucis y demás actos piadosos

En primavera, envuelto en olores, en la época de la flor del almendro, del azahar, de las cepas en flor, con la belleza que la naturaleza nos regala en el pasear diario, dejamos atrás tantos naranjos que se mantienen en nuestros jardines y plazas, pacientes, esperando año tras año para ver los Tronos pasar. Es ahí en el Patio de los Naranjos, donde con un marcado olor a incienso y azahar se resume el fervor Cofradiero que hace su estación penitencial, recorriendo con respeto el templo central de nuestra Cristiandad, La Santa Iglesia Catedral. Comienza su recorrido el Domingo de Ramos hasta el encierro del Jesús Resucitado.

Por la calle  Cister ya aparecen los  primeros nazarenos, son los  pequeños,  muy pequeños, algunos inician su primera salida, y controlados por los enlaces se van acercando a los naranjos, les siguen los monaguillos que también avanzan  felices,  distanciándose  un poco aparecen más nazarenos, muchos nazarenos, son ellos los que forman esas filas ya con sus velas encendidas, haciendo un gran recorrido.

A lo lejos se divisa ya el Trono, que dando su vuelta desde el despeje de la Casa Hermandad aparece también en la Calle Cister,  bien balanceado con el acompañamiento musical del GAUDEAMUS IGITUR. El silencio se impone al paso lento  del Trono que va  con suavidad calle arriba, le abren paso los monaguillos  mayores muy dignamente vestidos de Dalmática. Se escucha el tañido de la campana, que el mayordomo de turno  lanza al levantar el Trono tropezándose con la mirada amorosa del Cristo, El Coronado de los Estudiantes, Trono que recogen los fuertes hombros de quien lo deja caer sobre ellos. El silencio se hace, los espectadores  sienten el dolor de esa corona que ya ha sido fuertemente clavada sobre la belleza de su cabeza, la sangre brota sobre su frente divina. La tarde empieza a oscurecer, las farolas empiezan a brillar y entre los jóvenes portadores se deslumbra un brillo especial, el brillo especial de la medalla de oro que un joven cofrade recibió de su abuelo. Entre la mezcla del incienso que ya ha prendido, el aroma del azahar, la alegría de La Gracia y Esperanza --la Virgen pasa por el Patio de los Naranjos dejando su espacio libre a otros Tronos, que respetuosamente y en silencio hacen cada año su recorrido de la estación penitencial. 

Este es el reflejo de lo nuestro, de Nuestra querida Semana Santa Malagueña, del sentir  interior  del pueblo, de su  fe en los Titulares, de su acompañamiento  en todo su recorrido. La calle se convierte en un Templo viviente, donde la Virgen y su Hijo se mezclan con el pueblo, con todos, con los que los aman, con los confusos, ante opiniones negativas sobre la Iglesia y también con sus seguidores, Dios los acoge a todos bajo su manto protector, ejemplo de ilusión y cariño para tantos cofrades.

 Cristo, Hijo de Dios pasa por las calles de Málaga, "es ese Hijo único extraordinario --pero único”. Así lo entendemos los cristianos "único", en su perfección, único en su amor a los demás, único en su entrega libre al sacrifico hasta llegar a  la Santa Cruz,  único porque estuvo presente treinta y tres años junto a su familia,  obediente según los designios de su Padre Dios ---cuánto cuesta obedecer, comprender y respetar. Ese Hijo único nació en una familia humilde, nada menos que en la Sagrada Familia de Nazaret. Cuantos tienen el privilegio de nacer en una familia bien estructurada. Ese hijo único  es el reflejo y el acicate de tantas familias que en estos días empiezan a preparar la Semana Santa, el padre, la madre y los hijos van hermanados a recoger en sus Casas Hermandades sus túnicas. Allí en esa Hermandad, es donde se siente con más garantía la presencia de este HIJO ÚNICO DE DIOS.

(*) Inés Robledo Aguirre, es Camarera de Ntra. Sra. de Gracia y Esperanza. Esposa y madre de dos de nuestros Hermanos Mayores, toda su familia, hijos, nietos, etc, son hermanos de la Cofradía.

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